La protesta social ha estado presente a lo largo de la historia de nuestro país, debido a las relaciones sociales deshumanizantes y a los tipos de violencia cada vez más intensos y crueles que vive nuestra sociedad, afectando colectivamente y alterando las dinámicas cotidianas que median en una comunidad, territorio o región generando marcas profundas que dirigen el sentir y actuar de los individuos a causa de todas estas consecuencias, desigualdades e injusticias sociales que están inmersas en una violencia estructural, hoy en día se representa en un estallido social, donde las acciones colectivas y los esfuerzos conjuntos se unen para alzar su voz y ser escuchadas para mitigar todos los actos violentos y de vulneración de derechos humanos que se presentan en el país, ya sea por los grupos armados, el estado o la fuerza pública.
Un primer análisis de este “estallido social” se refiere a la inesperada explosión de emociones y sentimientos acumulados en el inconsciente colectivo (rabia, indignación, impotencia, injusticia, tristeza, frustración, etc.) según Carl Jung[1], el inconsciente colectivo es una plataforma compuesta por arquetipos que modelan la individualidad y se basa en las experiencias compartidas de los seres humanos independientemente de las historias y experiencias individuales. Por lo que los sujetos se acoplan espontáneamente con diversas identidades dando una reacción ciudadana que sea recordada y que de un momento a otro se conozca la realidad del país.
El efecto de este estallido social, no solo compete a lo que inicio el 28 de mayo del presente año, si no hay que darle un recorrido a la crisis coyuntural de la emergencia sanitaria que se ve reflejada en toda la población colombiana del año anterior y del presente, con afectaciones emocionales por pérdidas de seres queridos, por problemas económicos, inestabilidad laborar y educativa y falta de recursos para el sistema de salud, ha generado problemas en la salud mental. De manera que toda la situación que atraviesa nuestro país ha venido creciendo de una forma desmedida donde la población colombiana estalla debido a que las estructuras del poder cierran sus puertas a las demandas sociales provocando que la población se movilice y se transforme en un actor social colectivo contra una realidad social opresiva que se ha tornado irresistible, donde los diferentes movimientos sociales se han unido y articulado para generar un impacto que involucre a todo el pueblo colombiano.
Sin duda el estallido social y la crisis que se está viviendo en estos momentos origina una carga emocional y efectos en la salud mental de la ciudadanía, debido a las agresiones físicas y psicológicas cometidas por el Estado, los diferentes actos violentos ejercidos por la fuerza pública, los desmanes cometidos por personas infiltradas en medio de la protesta y las reacciones de los jóvenes en el marco de las protestas, genera eventos traumáticos, de distintos tipos y niveles de gravedad donde no solo afecta en lo individual si no que conlleva afectaciones familiares, a la comunidad o a la sociedad en conjunto definiéndolo como una trauma social que viene desde épocas pasadas donde la violencia se ha vuelto cíclica y tras generacional dejando un malestar emocional incorporado en las diferentes víctimas de violencia sociopolítica e influyendo en el deterioro de la calidad de vida de las personas.
Las consecuencias emocionales han aumentado la demanda de la agudización de síntomas llevados a los sentimientos de angustia, temor, desanimo e inseguridad evocándose a experiencias traumáticas y en ocasiones a trastornos de estrés postraumático, teniendo en cuenta que la violación de derechos humanos, el temor constante que tiene la ciudadanía por los saqueos, incendios, robos y en algunos casos daños causados por los protestantes, son acciones que se empiezan a sentir con el pasar de los días, donde pueblo se siente inseguro de cumplir con sus actividades diarias, teniendo efectos no solo a un corto plazo, sino también a mediano y largo plazo, en muchos casos con secuelas difíciles de enmendar, así pues todas estas consecuencias requieren un apoyo inmediato ya que se pueden presentar situaciones de shock emocional, crisis de pánico, episodios disociativos, estrés agudo, depresión etc. el acompañamiento de los profesionales de la salud mental debe ser inmediato en cuanto a su orientación y asistencia teniendo en cuenta la complejidad o gravedad de cada evento.
Haciendo mención a los eventos de gravedad que se presentaron en este estallido social, se puede manifestar que hechos de violencia basada en genero (VBG), en las diferentes movilizaciones donde participaron de forma articulada movimientos femeninos, se presentaron agresiones ejercidas por la fuerza pública o delincuencia organizada generando afectaciones emocionales como disminución de autoestima, ansiedad depresión etc. Lesiones físicas donde se puede evidenciar con síntomas como cefaleas, cansancio, dolores de espalda, etc., y síntomas psíquicos como estrés postraumático y trastornos mentales.
Por consiguiente es importante resaltar que el estallido social activa el sistema nervioso simpático respondiendo de manera inmediata a las amenazas, poniendo a las personas en estado de alerta, haciendo que sus emociones tengan tendencias a ser más dogmáticas y subjetivas, generalizando los actos y acciones y clasificando entre los buenos y malos, nublando la capacidad de ser más razonables e igualitarios y esparciendo por las diferentes redes sociales aspectos negativos y actos violentos que desestabilizan a la población en general, incluyendo a niños y niñas que reciben información de distintos lugares y perturban su bienestar emocional. Por lo que es de suma importancia encontrar un punto medio que permita explicar las inquietudes con pensamientos objetivos y responsables.
Con una mirada psicosocial es relevante mencionar que todos estos actos colectivos dejan huellas indelebles en la identidad de los sujetos, malestares emocionales y afectaciones que generan problemas de salud pública produciendo una nueva fase de violencia social en la ciudadanía con daños trasgeneracionales y traumatizantes, por esta razón y por los acontecimientos enmarcados en las protestas sociales cabe reflexionar sobre programas específicos que permitan la rehabilitación y la reparación integral de las víctimas ocasionadas por estos sucesos sociales y políticos que enmarcan a una población llena de miedo e incertidumbre donde no se tiene un horizonte claro respecto a cómo y cuándo esto va a finalizar.
[1] Quiroga, M.P. (2010). Arte y Psicología Analítica. Una interpretación arquetipal del arte. Arte, Individuo y Sociedad, 22(2): 49-62